Pasividad: eligiendo no hacer
¡Hola a todos! Hoy quiero hablar sobre la pasividad, ese estado en el que a veces nos encontramos y que nos impide avanzar en nuestras vidas.
Seguro que a todos nos ha pasado en diferentes grados, ¿verdad? Es como si nos quedáramos paralizados, sin tomar acción y dejando que las circunstancias o los demás decidan por nosotros.
Pero no confundamos la pasividad con los momentos de descanso que todos necesitamos.
Este artículo está inspirado en el legado de Mandela, quien en el poema «Invictus» nos recuerda que somos dueños de nuestro destino y capitanes de nuestra alma. La pasividad nos hace olvidar esta poderosa verdad y nos deja a merced de los demás, esperando que algo suceda sin hacer nada al respecto.
Identificar la pasividad
Pero, ¿cómo podemos identificar la pasividad en nuestras vidas? Aquí hay algunas características específicas que podrían resonar contigo:
- Nos sentimos débiles y sin energía, nada nos motiva. Solo pensar en hacer algo nos agota mentalmente. Ejemplo: Imagina que tienes un trabajo que realizar, pero solo pensar en empezar te abruma y te sientes sin fuerzas para hacerlo.
- Hay una parte de nosotros que quiere actuar, pero otra parte genera miedo suficiente para mantenernos estancados. Sentimos una sensación de peligro interno que necesitamos protegernos y lo hacemos a través de este mecanismo de la pasividad. Ejemplo: Tal vez tienes un talento especial para tocar un instrumento, pero el miedo al fracaso o a ser juzgado te impide dar el primer paso y aprender a tocarlo.
- Experimentamos una fuerte sensación de espera, incertidumbre y postergación. Creemos que la solución a nuestros problemas está fuera de nuestro control y que algo externo resolverá las cosas. Este estado nos brinda una “ventaja psíquica» al liberarnos de la responsabilidad y el sentimiento de culpa sobre nuestras vidas. Ejemplo: Imagina que estás buscando un nuevo trabajo, pero en lugar de enviar currículums y buscar oportunidades, te quedas esperando que alguien te ofrezca una oportunidad sin tomar ninguna acción.
- Nos vemos a nosotros mismos como incapaces de afrontar lo nuevo, el cambio o incluso las pequeñas actividades y con la exigencia de hacerlo perfecto. Nos sentimos pequeños y esto nos paraliza frente a los desafíos, lo que afecta nuestra autoestima. . Ejemplo: Imagina que quieres aprender a bailar, pero el miedo a tropezarte o no hacerlo perfectamente te impide inscribirte en una clase de baile y disfrutar de esa experiencia de aprendizaje.
- El temor a la frustración y al fracaso nos impide asumir nuevos desafíos y aprender de ellos. Ejemplo: Puede ser que tengas miedo de socializar y conocer gente nueva porque no te ves con el atractivo suficiente, lo que te lleva a aislarte y evitar cualquier situación social, reforzando así tu sensación de no ser capaz.
- Percibimos el tiempo como algo interminable y no somos conscientes de los límites temporales y espaciales. Ejemplo: Te encuentras siempre postergando tareas importantes, pensando que siempre habrá tiempo para hacerlas, pero luego te das cuenta de que el tiempo se ha ido y no has avanzado en absoluto.
- Tendemos a decir «sí» a todo lo que nos piden, lo cual puede hacernos sentir cierto grado de abuso e incomprensión por parte de los demás. Nos hemos abandonado a nosotros mismos, dejando que otros decidan por nosotros. Ejemplo: Puede ser que siempre te encuentres haciendo favores a los demás, aunque eso signifique sacrificar tus propias necesidades y deseos.
- Experimentamos una fuerte desconexión con nosotros mismos lo que genera sensación de inseguridad e incluso desconocimiento de nuestros propios sentimientos, formas de pensar y necesidades. Ejemplo: alguien te pregunta qué quieres hacer y respondes “me da igual” porque llevas tanto tiempo en desconexión que realmente no sabes tus preferencias.
Además, podemos realizar acciones que refuerzan la pasividad, tales como:
- Establecer objetivos mentales muy difíciles de alcanzar, casi utópicos o que no se corresponden con nuestras habilidades.
- Convencernos a nosotros mismos de que siempre nos falta algo para tomar acción, encontrando múltiples excusas y obstáculos.
- No pedir ni aceptar ayuda de otros para dar los primeros pasos, lo cual genera una soledad paralizante.
- Centrar nuestra atención en los aspectos negativos.
Cómo es vivir con pasividad
Estas son solo algunas características y ejemplos de situaciones que pueden surgir de la pasividad en nuestras vidas. Ahora, ¿qué consecuencias puede tener elegir ser pasivos?
- Sentir que no disfrutamos plenamente de la vida, como si fuéramos meros espectadores mientras el tiempo pasa. Ejemplo: Observas cómo otras personas se aventuran y disfrutan de nuevas experiencias, mientras tú te quedas en tu zona de confort y te pierdes de vivir plenamente y siente como te vas empobreciendo interna y externamente.
- Perder la oportunidad de experimentar nuevas emociones, sensaciones y desarrollar nuestras habilidades personales. Ejemplo: Imagina que tienes talento para la pintura, pero nunca te atreves a tomar un pincel y explorar tu creatividad.
- Exponernos a situaciones que no nos satisfacen, conformándonos con una vida que no refleja nuestros verdaderos deseos y valores. Ejemplo: Estás en un trabajo que te hace infeliz, pero sigues allí sin tomar medidas para buscar algo mejor porque tienes miedo al cambio.
- Sentir una acumulación de frustración que puede manifestarse en arranques de ira o explosiones emocionales. Ejemplo: Después de años de suprimir tus propias necesidades y deseos priorizando la de los demás, te encuentras estallando en rabia porque se olvidaron de invitarte a una reunión de amigos.
- La pasividad genera más pasividad, convirtiéndose en un círculo vicioso que nos aleja de las conexiones sociales y los hábitos saludables. Ejemplo: A medida que te aíslas más y más, te resulta cada vez más difícil interactuar con los demás y retomar las actividades que solías disfrutar.
Eligiendo la acción
Entonces, ¿cómo podemos romper este ciclo de pasividad? Aquí hay algunas sugerencias prácticas:
- Comprometernos con nosotros mismos y buscar ayuda cuando la necesitamos, dándonos el espacio para cuidar de nuestra situación y mirarnos internamente. Ejemplo: Buscar un profesional de la salud mental que nos ayude a explorar nuestras barreras emocionales y nos guíe hacia la acción.
- Descubrir por qué a veces nos cuesta decir «no» a los demás y cambiar nuestra interpretación al respecto. Ejemplo: Reflexionar sobre situaciones en las que hemos dicho «sí» cuando queríamos decir «no» y trabajar en establecer límites más saludables.
- Reconocer nuestro derecho a no complacer a los demás y permitir la discrepancia sin romper relaciones, respetando la diversidad y defendiendo nuestros propios derechos. Ejemplo: Aprender a expresar nuestras opiniones y deseos de manera asertiva, sin sentirnos culpables por ello.
- Valorar y reforzar las actividades que ya estamos realizando en este momento, identificando los puntos en los que nos bloqueamos y celebrando nuestros pequeños logros. Ejemplo: Reconocer que, aunque todavía no hayamos alcanzado nuestras metas más grandes, hemos dado pasos importantes en la dirección correcta.
- Establecer un plan diario de actividades simples que nos brinde estructura y nos ayude a dar un sentido de propósito a nuestras vidas. Ejemplo: Hacer una lista de tareas diarias y priorizar las acciones que nos acercan a nuestros objetivos personales.
- Reconocer y celebrar nuestros esfuerzos más allá de los resultados, recordando que el aprendizaje está en el proceso y no solo en el éxito final. Ejemplo: Valorar el hecho de haber intentado algo nuevo y aprender de cada experiencia, independientemente del resultado.
- Identificar y desafiar las excusas y obstáculos que nos ponemos a nosotros mismos para postergar la acción. Ejemplo: Cuestionar nuestras propias excusas y buscar soluciones creativas para superar los obstáculos que nos impiden avanzar.
- Detectar los pensamientos negativos que nos impiden tomar acción y reajustarlos comparándolos con la realidad concreta. Ejemplo: Si pensamos «no soy lo suficientemente bueno», podemos reflexionar sobre nuestros logros pasados y reconocer nuestras habilidades y fortalezas.
Como sabemos, el primer paso fundamental es reconocer que, aunque de manera inconsciente, estamos eligiendo ser pasivos ante nuestras vidas. El resto de las sugerencias que he mencionado son solo eso, sugerencias. No hay una solución mágica, pero tenemos la posibilidad de cambiar y tomar acción en nuestras vidas.