La queja: un mecanismo de victimización
¡¡Hola a todos!! Después de un buen descanso, el contacto con ustedes con este nuevo artículo sobre la queja, un tema muy recurrente en nuestras vidas y según la relación que establezcamos con ella puede tornarse corrosivo.
El artículo de hoy nos planteará la pregunta sobre qué tipo de relación estamos estableciendo con la queja.
¿Para qué utilizamos la queja?
1. Como agente de cambio
Podemos tener una relación esporádica y momentánea, como una mera reacción emocional frente a una situación desagradable y que nos impulsa a realizar una acción para cambiar dicha situación, nos coloca como protagonistas directos del cambio.
Hay un conocido refrán que dice «El que no llora no mamá».
La queja es una herramienta para conseguir mejorar una situación y nos reafirma en lo que deseamos para nuestras vidas.
2. Como mecanismo de victimización
Otra opción de relación se establece cuando la queja pasa a tener una función más amplia en nuestras vidas y la utilizamos como mecanismo, de forma continua, apoyándonos exclusivamente en el negativo de las situaciones vividas, lo que nos convierte en víctimas de la realidad.
Quisiera recalcar que cuando pasamos por algún hecho doloroso en nuestras vidas que nos ha vulnerabilizado o afectado a nuestra autoestima es normal, en mayor o menor grado, que establezcamos este tipo de relación.
De esta situación podemos salir cuando comenzamos a fortalecernos internamente.
Pero cuando la victimización ya es parte de nuestro estilo de resolución de los problemas, en este caso, el problema ya no es tanto el hecho en sí sino en cómo tratamos de resolverlo desde la victimización.
Veamos algunas características de la queja cuando ésta se rigidiza en la victimización:
- Existe una idealización del cambio y de la vida. Se sostiene la idea de que el cambio requiere de una acción que nos resulte inalcanzable y difícil de concretar y que la vida debe ser siempre positiva y sin dificultades para ser felices.
- Tendemos a culpabilizar al mundo externo (personas, trabajo, economía …) de que no podemos concretar nuestros proyectos y sueños.
- La solución del problema esperamos que la resuelvan los demás. La pregunta más habitual es ¿qué tengo que hacer? No nos implicamos como protagonistas del cambio, cedemos el poder totalmente a alguien externo o algo como la suerte, el azar, el destino, hasta un terapeuta …
- La mirada está dirigida absolutamente al impedimento, como todo lo que aparece como recurso queda inhabilitado por las dificultades.
- Vivimos en una realidad donde nunca seremos felices y probablemente creamos que tampoco nos merecemos disfrutar o ser felices. La felicidad es una meta inalcanzable y no una construcción diaria.
- Las emociones que más nos acompañan son la insatisfacción, la frustración, el descontento y el ansia de perfeccionismo.
- Creemos que somos víctimas de una vida cruel, nos quedamos totalmente a expensas de las circunstancias, nos desligamos de todo tipo de responsabilidad, no nos vemos como co-creadores de nuestra vida. Generamos así una actitud pasiva y donde nos compadecemos a nosotros mismos.
- Tendemos a negativizar los buenos momentos incluyendo siempre una frase condicional «si, pero …».
- Creemos que los demás logran sus proyectos de forma más sencilla y fácil dejándonos en un lugar de inferioridad y dificultad. La comparación es un mecanismo que puede acompañarnos en este tipo de vínculo con la queja. En la comparación nos quedamos idealizando el resultado que obtuvieron otros y no el proceso que les consiguió conseguirlo.
Un camino hacia la autodeterminación
Cuando recurrimos al victimismo como forma de relacionarnos con nuestra propia vida el primer paso es reconocerlo.
¿Cómo superar el victimismo?
1- Prestarnos atención en el momento que utilizamos el victimismo y darnos cuenta que en este preciso momento estamos creando un drama alrededor de la dificultad, que estamos creyendo que somos «los pobrecitos» indefensos de la situación.
2- Prestar atención si tenemos el hábito de quejarnos cuando respondemos a la pregunta de ¿cómo estas? hacerlo consciente y darnos cuenta que obtenemos del otro cuando nos quejamos de nuestras vidas.
3- Cuando nos sentimos envueltos por el dramatismo podemos detenernos para individualizar, situar y concretar el problema real separándolo del sufrimiento que nos genera. Desde esta mirada buscar las posibles soluciones realizables y el sufrimiento desencadenado tratarlo con acompañamiento terapéutico.
4- Ocuparnos de nuestros problemas de autoestima, inseguridad, miedos …
5- Encontrar nuestras propias respuestas a nuestros problemas. Esto no quiere decir que hagamos solos sino que la responsabilidad de la decisión es totalmente propia.
Darnos la posibilidad de generar una realidad más ligera y con menos dramatismos aumenta nuestra calidad de vida.